Parte de mi está contigo: inexorable, inalienable, irrenunciable, unida a tu carne, aunque tu carne ya no esté. Miro al cielo y sin preguntar, pregunto con mis lágrimas rotas la razón de tan injusto porqué Es obvio, lo sé: nadie contestará a mis ruegos. Y ante mí, secando mis nublados ojos, se abre una inmensa y desértica planicie que no tienen fin. Es el frío glacial de la propia vida que ha decido contestarme a su manera. ¿Para qué preguntarle a la Naturaleza? Y si no, ¿a quién he de preguntar? Pero lo peor es el desconsuelo de mi alma de la que ahora mismo quiero renegar para siempre. Aunque si me anulo contra todo lo que deseo, cómo podría seguir deseando: ¿Qué sería de ti que ya habitas dentro de mí? ¿Tengo derecho a hacerte desaparecer para siempre? Forman una cadena los deseos, unos junto a otros, enhebrando el collar de la existencia; y si alguno de ellos lle...