AQUEL VALS
DEL AMOR
Caí bajo el
embrujo
de
tus negros ojos;
de
tus rojos labios
que
arrasaron los míos
(mi
mente esperanzada)
en
el fondo de tu corazón.
Dejé
la puerta abierta
que
conduce hasta mi alma
para
que pudieras contemplar
mi
desnudo cielo.
Y
así
entraste
en aquella habitación
cuyo
aire -dijiste-
olía
a rosas;
y
tomándome suavemente
(tus
brazos en mi cintura)
me
sacaste a bailar.
Tú
y yo
éramos
de pronto
dos
seres fundidos que gozaban
(un
instante sin pensar girando)
en
aquel improvisado salón
donde
no existía
ni
el tiempo ni el espacio;
que
bailaban en un puro frenesí
aquel
vals del amor.
J.L. Pacheco
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